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Éxito y fracaso

Javier Marzal, 09-12-2012.       Artículo en PDF

La cultura occidental del éxito -y del fracaso- ha sido fundamental para alcanzar nuestros niveles de progreso y bienestar.

 

 

Según la Historia, la Reforma protestante del siglo 16, indirectamente impulsó el esfuerzo para el crecimiento intelectual y profesional, es decir, para la mejora psicosocial de las personas, obteniendo, como resultado, el aumento del talento individual y del progreso colectivo. Desde esta cultura o perspectiva social, se denomina éxito a los resultados destacables del crecimiento profesional. La Reforma fue uno de los pilares de la sustitución de la Era de la agricultura por la Era industrial que consolidó la cultura del éxito.

Al contrario que la Reforma y la Era industrial, las culturas occidentales anteriores y las orientales impulsan o impulsaban, el egocentrismo, la inacción, la ignorancia, la mediocridad y la irresponsabilidad individual y colectiva. Lo mismo puede decirse de algunas culturas occidentales posteriores.

Como suele ser habitual en culturas simplistas, como ésta del éxito, la creación de un símbolo -éxito- conlleva la creación del contrario: el fracaso. El reconocimiento del error de la creación de esta simplista dualidad, a la larga, la cuestiona y crea términos intermedios entre los dos polos: el éxito y el fracaso. De hecho, es habitual que una persona se sienta fracasada, a pesar de que su entorno la considera exitosa. En este sentido se pronuncia el aforismo: “morir de éxito”.

Efectivamente, cuando nuestras metas y expectativas son equivocadas, como es habitual debido a una cultura dominante sustancialmente errónea, el esfuerzo y los logros nos llevan a tener, en algún momento, la conciencia de fracaso. En unos casos conocemos nuestro fracaso por no alcanzar nuestros objetivos y, en otros, por alcanzarlo y no obtener satisfacción con ello. La frustración es inevitable, salvo en personas con una baja conciencia de la realidad. Es menos probable que las personas emprendedoras o innovadoras se crean fracasadas.

Con la nueva conciencia desaparece la frustración creada por la cultura del éxito, porque considera que el crecimiento intelectual (del conocimiento y de la sabiduría) es el principal proyecto vital y, por tanto, conseguir otra meta u objetivo, así como no alcanzarla, no tiene la suficiente importancia como para considerarlo éxito o fracaso. Para la minoría socialmente más destacable, funden su crecimiento intelectual con su aportación socioprofesional, es decir, con su actividad para el progreso colectivo.

En las últimas décadas, los pensadores empresariales han señalado que el castigo social por el fracaso de una iniciativa profesional, es demasiado alto en Europa, especialmente en los países latinos, por lo que se desincentiva la emprendeduría y la innovación, haciendo que estas economías y sus organizaciones no sean competitivas. En estos países, se adula en exceso a las personas con aparente éxito y se castiga duramente a aquéllos que han tenido que abandonar un proyecto profesional. De esta forma se impulsa la inacción y el inmovilismo, desincentivando la iniciativa y el cambio, situación que limita el progreso de ciertos países y sus organizaciones privadas, a pesar de las inmensas ayudas que han recibido en las últimas décadas la mayoría.

La cultura conforma el pensamiento de la mayoría y éste la actividad y sus resultados. Por este motivo, promovido por la Unión Europea, en sus países más atrasados se está promocionando la mentalidad emprendedora y la innovación, con el objetivo de cambiar estas culturas improductivas que impiden que las organizaciones progresen y las personas puedan tener una mejor vida.

Tal vez, las civilizaciones y las organizaciones puedan tener éxito, fracasar o incluso desaparecer, pero éstas situaciones no tienen sentido en las personas con un propósito o sentido vital donde el aprendizaje esté en la cima.

En resumen, la principal ventaja competitiva y comparativa actual, la obtendrán las organizaciones y sociedades que promocionen el aprendizaje como su principal valor individual y colectivo; no sólo por estar en la Era de la información, con sus sociedades y economías del conocimiento, sino como forma de impulsar la condición humana, todos los tipos de talento, la productividad, la sostenibilidad y el progreso colectivo.


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