Inicio Persona Empresa Sociedad Actividades Noticias Nosotros

Competitividad y productividad

Javier Marzal, 09-07-2012.       Artículo en PDF

Desde la competitividad individual se llega a la productividad colectiva que se compara entre países y empresas.

 

 

Desde la contracultura de la década de 1960 y la de 1970, se ha puesto en entredicho que la competitividad sea beneficiosa para las personas y para la sociedad en su conjunto. Con el nuevo siglo, surgió un movimiento que cuestionaba  la productividad en entornos de máxima presión. Recordemos que en los trabajos, propios de la Era industrial, los trabajadores debían adaptarse a los ritmos que imponían las máquinas. Pero los actuales trabajos del conocimiento requieren más reflexión y menos acción mecánica, siendo mayoría este tipo de trabajo desde 1950 en Estados Unidos.

Ahora, como consecuencia de la crisis, los dirigentes y medios de comunicación piden un esfuerzo y sacrificios para aumentar la productividad. Esta situación, en cierto modo, recuerda a los dirigentes alemanes después de la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, en la reunificación alemana, de la década de 1990, no se pidió ese esfuerzo adicional, precisamente por el cambio del tipo de trabajo mencionado anteriormente.

También podemos enfocar la productividad desde el individuo y éste depende, en gran parte, de la cultura. Desde esta perspectiva, la productividad depende de la competitividad individual que crea la competitividad y productividad colectivas. Unas personas son más competitivas que otras y esta diferencia tiene una gran relación con la autorresponsabilidad, la responsabilidad social, el sentido de utilidad, el deseo de mejora personal y la autoexigencia.

Podemos entender “hacer las cosas mejor que los demás” o “ser el número 1” como la lucha de todos contra todos, con el propósito de la satisfacción de superar a los demás o de obtener privilegios. También podemos verla como un instrumento para valorar nuestros resultados en comparación con los resultados de los demás. Esta comparación puede servir para que tengamos una valoración más objetiva de nosotros mismos y, a las personas con cierto nivel de autoexigencia, puede impulsarlos a comprender que pueden mejorar. También puede servir para seguir haciendo las cosas “lo mejor posible”, pero con una evaluación más exacta de nuestros resultados. Esta última sería una competitividad sostenible y deseable, individual y colectivamente, orientada a la mejora personal y no a ser mejor que los demás u obtener mejores resultados, sólo por ganar o para obtener algunos privilegios.

La competitividad hace que se mejoren los resultados individuales y, de esa forma, se mejora el nivel de vida individual y el progreso colectivo.

Las personas con poco crecimiento personal (intelectual, humano, profesional y social), los holgazanes y parásitos sociales en general, suelen opinar que el impulso hacia la competitividad lo hacen los dirigentes para explotar a los trabajadores. Para la gente con talento, la competitividad sirve como referencia para evaluar sus resultados y sus posibilidades de mejora. Para otros es una cuestión de responsabilidad social ya que el aumento de productividad conlleva la mejora en el nivel de vida de un colectivo, salvo que esté mal o injustamente organizado.

Es habitual que los latinos (americanos y europeos) dediquen una gran parte de su tiempo, tanto en el ámbito privado como en el profesional, a actividades no productivas y relacionadas con el encubrimiento de las mentiras y errores propios y ajenos. También a realizar todo tipo de paripés para aparentar que cumplen sus o a imponer trabas administrativas para sentirse poderosos.

Otro aspecto propio de los latinos es una elevada falta de confianza en los demás que les lleva a dedicar excesivos esfuerzos en las actividades de mando y control, una forma de dirección contraria a la dirección por objetivos que es más productiva.

España tiene los impuestos al trabajo con los porcentajes más altos del mundo. Este es uno de los motivos por los que no se crean empleos nuevos y se destruyen los existentes. La Unión Europea ha pedido que se bajen, pero España no hace caso porque va en contra de su sistema empresarial y social abusocrático, heredero del caciquismo.

En resumen, cuanto más aumente la competitividad -desde el aumento de la creatividad y la innovación- más aumentará la productividad, la calidad humana y el nivel de vida colectivo.


© 2007-actualidad Carmen Fiestas  - nm@nuevomanagement.com