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Autorresponsabilidad profesional 2

Javier Marzal, 10-03-2012.       Artículo en PDF

La autorresponsabilidad profesional está relacionada con la eficiencia, la eficacia y la efectividad, así como con el saber vivir.

La autorresponsabilidad es la base de la nueva conciencia y las nuevas sociedades de la actual Era de la información. Por este motivo, desde hace bastantes décadas estamos descentralizando todo tipo de actividad colectiva, como ya advirtiera Alvin Toffler en su imprescindible libro “La tercera ola” (1979), aunque también nos estamos globalizando, en un proceso doble de globalización descentralizada.

Durante varios miles de años de la Era de la agricultura, las filosofías y religiones estandarizaron el pensamiento, moldeando a las personas y eximiéndolos de toda responsabilidad sobre su vida que estaba predestinada. Durante los siglos de la Era industrial, se crearon procesos empresariales y procedimientos burocráticos en el sector público, para moldear los comportamientos profesionales y sociales de las personas. A la vez, se ensalzaba la libertad de pensamiento que dio lugar al nacimiento y expansión de la ciencia moderna. Las ideas deterministas eliminan o disminuyen la autorresponsabilidad. En la actualidad, en la genética y en las neurociencias existen algunos colectivos que dirigen sus trabajos desde el prejuicio de que nuestra biología nos determina. Además, cualquier estudio que un científico lo relacione con este determinismo, los medios de comunicación, enseguida, se hacen eco.

El éxito del socialismo, llegando al Estado de Bienestar, donde es el Estado en lugar de Dios quien se encarga de nuestro bienestar, ha continuado en la línea filosófico-religiosa de eliminar toda responsabilidad individual.

A pesar de todo ello, en la actual Era de la información, se impulsa la autorresponsabilidad para promover el cambio, la emprendeduría y la innovación que hagan sostenibles las organizaciones existentes, así como las economías y sociedades geopolíticas. Estas ideas quedan reforzadas ante la evidencia de la decadencia de Occidente, la pérdida de credibilidad en el resto del mundo y la pérdida acelerada de su hegemonía mundial.

Por tanto nos encontramos con una ingeniería social contradictoria, por un lado los privilegiados de los sistemas tradicionales (políticos, sindicatos, medios de comunicación dogmáticos, dirigentes religiosos, empresarios profesionales y directivos) intentan eliminar cualquier responsabilidad individual, a la vez que ellos mismos impulsan la creatividad, el cambio y la innovación, para evitar la quiebra del sistema y la pérdida de sus privilegios.

La autorresponsabilidad nos lleva a saltarnos las reglas para mejorar los resultados de nuestra actividad, de nuestra vida y de nuestro entorno. Los modelos existentes, creados en el pasado, no utilizan todas las nuevas posibilidades, por eso, cuando vamos más allá de la inercia, de hacer lo que otros ya han hecho, si lo hacemos de forma acertada, obtenemos unos resultados mejores que los de los demás, los resultados extraordinarios propios del talento. Incluso las personas con talentos más imitativos, como son los burocráticos y los técnicos, tienen que saltarse las reglas establecidas por la inercia, para obtener esos resultados extraordinarios.

En este sentido, la autorresponsabilidad profesional está relacionada con la obtención de los mejores resultados posibles, a veces desde la perspectiva interna de los sistemas existentes: creencias, culturas, organizaciones, sociedades, etcétera, y otras veces, desde la perspectiva de los clientes receptores de nuestras propuestas. La mejora de lo existente, endógena, está más próxima a la imitación y a los talentos burocráticos y los técnicos. La mejora exógena, más alejada de la imitación de lo existente, está más próxima al cambio sustancial propio de los talentos emprendedores e innovadores.

El nivel inicial de autorresponsabilidad profesional proporciona la eficiencia que consiste en hacer la tarea o actividad que nos piden, con los medios que nos asignan. La persona eficiente organiza su tiempo y crea los hábitos necesarios para hacer bien y rápidas algunas cosas determinadas.

El siguiente nivel de autorresponsabilidad profesional deriva en la eficacia al hacer la función que nos piden. Mientras la eficiencia es conveniente en toda actividad humana, individual o colectiva, la eficacia es propia de personas que tienen asignada una responsabilidad menos repetitiva, que implica algún nivel de creatividad o con responsabilidad sobre el trabajo de otras personas. La eficacia suele ir relacionada con una función delimitada dentro de una organización e implícita en el cargo y en la inercia operativa, por lo que no suele definirse; por ejemplo, la dirección de cualquier área funcional: marketing o finanzas, o de un ministerio dentro de un gobierno. La persona eficaz trata de hacer lo mejor posible un trabajo dentro de un marco definido por sus predecesores. La eficacia es propia de los empresarios (profesionales), de los directivos y de cualquier tipo de dirigente.

Por último, llegamos a la efectividad. Las escuelas de negocio suelen asignar este nivel a los directivos; sin embargo, éstos no suelen serlo. La efectividad implica utilizar el máximo posible de las posibilidades existentes para beneficiar, en primer lugar, al receptor de nuestra actividad socioprofesional. Por este motivo, suele alejarse de los beneficios derivados de la inercia y de los logros del pasado, estando más relacionado con la innovación o cambio sustancial o radical.

Las personas con autorresponsabilidad vital construyen un pensamiento propio que derive en una vida no convencional que incluya un trabajo creado por uno mismo.


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