Inicio Persona Empresa Sociedad Actividades Noticias Nosotros

Los límites de una mente ejecutiva burocrática

Javier Marzal, 10-11-2009.       Artículo en PDF

La mente ejecutiva es la que hace que las cosas sucedan, aunque abunda aquella que mantiene el sistema, aún siendo éste obsoleto.

Recientemente, en una reunión intelectual, un desconocido con un traje de junior y unos 30 años afirmó tener “mente ejecutiva”, entre otras cosas que ninguno entendimos. En su tercera intervención, repitió las mismas palabras y tuvimos que guiarle para que se explicara. Para él, un mando intermedio en una empresa multinacional, la mente ejecutiva es aquella que “sabe cómo hacer para alcanzar los objetivos que le marca su jefe”, sobre esta definición trata este  artículo. Aunque es una expresión poco científica y no se refiere al concepto más amplio de las funciones ejecutivas de los lóbulos frontales del cerebro de los seres humanos, deriva de ellas.

Primero voy a utilizar el contexto más amplio de “jefe” para después descender hacia las cuestiones menos corporativas y más operativas. Antes debo precisar que los jefes (autoridad) son propios de los ámbitos institucionalizados y burocratizados, que están prácticamente definidos, de la sociedad, los mercados y las organizaciones. Por tanto, siempre hay jefes aunque éstos no siempre asuman sus responsabilidades, como puso de manifiesto la crisis de 2007.

Estos ámbitos definidos quedan reflejados en las expectativas de sus electores, agentes sociales, clientes, analistas de mercado, etc. y los jefes empresariales las convierten en objetivos.

En el siglo 20, aprendimos que con el progreso queda obsoleto parte de lo establecido, siendo una regla que afecta a: la cultura, la economía, la sociedad y el individuo. También aprendimos que institucionalizar y burocratizar un área proporciona a ésta un impulso inicial, pero tiende a crear privilegios e intereses que van en contra de la misión de la institución, por este motivo su objetivo principal es su supervivencia y sus dirigentes defienden su cargo y privilegios asociados. Esta situación, por un lado es decadente a la vez que produce una gran resistencia al cambio que hace que perdure, puesto que, salvo los innovadores, ninguna instancia toma decisiones radicales, de forma que lo decadente perdura más de lo debido.

Precisamente, la mente ejecutiva no suele ir más allá de la información que su cerebro puede gestionar de una forma consciente, es superficial, sin la profundidad reflexiva, por eso tiene una creatividad limitada al mencionado contexto y una alta inseguridad que le lleva a defender lo existente. Utiliza un contexto de forma acrítica, como si no hubiera alternativa, como si fuera perfecto y, por tanto, estático, o como si su definición fuera responsabilidad exclusiva de instancias jerárquicamente superiores aunque éstas no son, por definición, creativas a ese nivel porque no son innovadoras; también necesitan un contexto definido.

Este tipo de mente ejecutiva es la más abundante entre los dirigentes de las culturas, economías y sociedades más avanzadas, es decir,  con una mayor cantidad de sistemas estables y con un cierto nivel de autonomía, descentralizados.

En resumen, las personas con “mente ejecutiva” son muy útiles y necesarias para desarrollar contextos que han definido previamente los innovadores, pero acaban convirtiéndose en los agentes de la decadencia.

 


© 2007-actualidad Carmen Fiestas  - nm@nuevomanagement.com