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¿Cómo generamos decisiones a través de la intuición?

Carmen Fiestas , 09-12-2012.     Artículo en PDF

Cualquiera de nosotros, en algún momento, hemos tomado una decisión basándonos en nuestra intuición o en nuestras sensaciones en lugar de hacerlos tras un proceso de pensamiento deductivo o consciente.

 

Muchas veces tomamos decisiones o llegamos a conclusiones sin poder explicar racionalmente qué argumentos racionales las sustentan o cómo llegamos a ello, decimos que parten de una sensación o sentimiento al que obedecemos. Incluso, para muchas personas, es más auténtico o tiene más valor ese sentir que cualquier ponderación efectuada de forma consciente y racional. Incluso, hay quienes piensan que esa otra manera de decidir, siguiendo un camino no consciente, es debido a que nuestras sensaciones y emociones están separadas de nuestra mente y ubicadas en el corazón, por tanto, de mayor valor para ellas.

Nuestro cerebro, desde el punto de vista cognitivo, es capaz de trabajar a distintos niveles de consciencia. Unos procesos mentales serían menos conscientes que otros, pero todos ellos parten del conocimiento y experiencias adquiridos a lo largo de nuestra vida. Si no parten del conocimiento adquirido parten del instinto -pauta biológica heredada-, o de capacidades adquiridas a lo largo de la evolución, como son los atajos mentales (heurísticos) que nos capacitan para obtener juicios rápidos, lo que redunda en la eficacia, aunque muchas veces erróneos o sesgados si no se revisan (véase mi artículo “Esclavos de errores fundamentales” publicado en www.nuevomanagement.com en Octubre, 2010). También sabemos que nuestro eficaz cerebro organiza la información mediante esquemas y asociaciones aprendidos en nuestra experiencia vital que componen nuestros sentimientos que guían e intervienen en nuestros juicios.

Los procesos mentales que son más inconscientes y automáticos no nos suponen esfuerzo y son los que intervienen en nuestra intuición; a diferencia de la mente consciente o explícita, racional, secuencial y discursiva, que si lo requiere.

Por lo tanto, cuando utilizamos la intuición también estamos empleando un método de razonamiento, aunque no consciente, que es conveniente verificar y revisar sosegadamente, igual que el consciente, para conseguir un patrón de deducción óptimo o correcto y no caer en el autoengaño. Por ejemplo, podemos no reconocer algunos de nuestros prejuicios y entonces actuarían en nuestra toma de decisiones, sea en la forma intuitiva o en la forma racional.

Algunas personas son más certeras en sus intuiciones que otras porque ya tienen un método de razonamiento correctamente elaborado, aunque sea de forma no consciente, que hace que sus deducciones sean correctas. Otras personas suelen tomar sus decisiones de forma intuitiva porque les cuesta utilizar la metodología formal de pensamiento. También es común encontrar personas que tienen un conocimiento adquirido que no saben verbalizar, pero saben aplicarlo. De alguna manera para ellas, la comunicación, sea intrapersonal o interpersonal, resulta de difícil manejo y ello puede redundar a que se basen en decisiones intuitivas.

Usemos la intuición, o el razonamiento, si nuestros esquemas y patrones mentales se revisan, si tenemos una visión amplia de cómo son las cosas, si adquirimos conocimiento y si tenemos autoconciencia o profundizamos en nuestro conocimiento intrapersonal, también mejoraremos en la toma de decisiones intuitiva en el sentido de que el resultado sea acertado, porque estaremos sistematizando un correcto método de razonamiento.

En definitiva, aunque la intuición puede ser útil, eficaz y una forma rápida de tomar decisiones es conveniente que no se considere la misma como la única ni como la mejor herramienta.


© 2007-actualidad Carmen Fiestas- nm@nuevomanagement.com