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I + C (Imitación más Creatividad)

Carmen Fiestas, 10-3-2009.          Artículo en PDF

La imitación junto a la creatividad sirven para que se obtenga el máximo potencial, ya que añade al conocimiento acumulado las posibilidades del presente.

Las personas interactuamos con otras en distintos ámbitos: relaciones privadas profesionales y sociales. Y, como con todo lo que nos relacionamos,  el ser humano observa sus diferencias para con los demás, (al igual que influyen sobre nosotros la cultura y la educación) obteniendo un aprendizaje de los pensamientos, las emociones, las actitudes  y el comportamiento; pero tanto de los que son adecuados o constructivos como de los que no lo son. Debido a estas influencias, desde nuestra infancia y a lo largo de nuestra vida,  reforzamos  nuestra visión acerca del mundo, de los demás y de nosotros mismos.

Observando esto, es fundamental entender que nuestro aprendizaje parte de las experiencias que hemos obtenido con las personas de nuestro entorno. Así el ser humano para su identificación colectiva (aceptación y pertenencia) ha adquirido costumbres, maneras y creencias por imitación para adaptarse a los distintos grupos con los que se ha relacionado. Desafortunadamente, existe una mayoría de personas cuyo aprendizaje no ha sido cuestionado ni revisado y que deja mucho que desear, por el escaso conocimiento de sí mismo (autoconocimiento) y del ser humano (modelo antropológico) que les producen unos principios y valores deshumanizados.

Se ha tratado por la neurociencia la posibilidad de encontrar en el hombre “neuronas espejo” que son, como en el mono, las destinadas a imitar el comportamiento de otros. Sin llegar a entrar en términos científicos, es evidente que para avanzar en el conocimiento de los demás y de nosotros mismos, no cabe otra forma que revisar las creencias básicas que hemos aprendido durante nuestra vida, ya que seguramente este aprendizaje es contradictorio. También los modelos aprendidos en la escuela acerca de personajes que fueron destacables, nos fueron enseñados como si tuviéramos que imitarlos, cuando deberían considerarse como modelos de referencia para de esa forma interiorizar lo que nos sirve y rechazar lo que no nos sirve. Este mismo error se produce en universidades, escuelas de negocio y consultoras empresariales de desarrollo directivo.

Los modelos y la imitación de otros, para según que personas, pueden aportar cierta información, pero no descubren todo el potencial que cada persona podría obtener con una correcta revisión y construcción personal individualizada.

Dentro de una organización, el ser humano es uno de los recursos considerados hoy como fundamentales. Las personas recibieron un conocimiento específico para cubrir ciertas áreas técnicas, mediante su formación académica o su formación en la empresa de la que forman parte. Pero existe un tremendo socavón que no ha sido cubierto por estudios académicos.

Las mencionadas contradicciones socioculturales, tanto a nivel mental como organizacional, producen un nivel elevado de tensión que origina ansiedad, estrés y baja productividad.

En las últimas décadas, esta tradicional cultura de identificación colectiva está siendo sustituida por otra que fomenta lo contrario, impulsando lo no convencional, el cambio y la innovación, tanto a nivel individual como colectivo: organizacional y social. El máximo exponente de esta cultura es el guru empresarial Tom Peters, cuyos mensajes utilizaron algunas de las mayores empresas españolas para sus spots publicitarios televisivos durante 2008, entre otros: “Tenemos que reinventarlo todo”.

Antes, la imitación podía ser válida por el contexto homogéneo y poco dinámico de la sociedad, pero con la actual diversidad cultural la mecánica de la imitación nos llena de contradicciones que limitan nuestras posibilidades. Este es el mayor problema de las personas, organizaciones y sociedades. Por un lado tenemos la imitación y la resistencia al cambio, como valores heredados, mientras que por otro fomentamos la singularidad de las personas para aprovechar su máximo potencial.

A lo largo de mi experiencia tratando personas es muy grato observar como para que cada individuo obtenga su satisfacción personal, con mayúsculas, se haya conseguido por la atención individualizada acorde a sus necesidades y aspiraciones.

En el Informe Delors de Naciones Unidas, los pilares básicos que contempla para una educación de calidad son: “aprender a aprender”, “aprender a vivir juntos”,  “aprender a hacer” y “aprender a ser”. No creo que una educación que no sea la individualizada permita que cada uno obtenga su máximo potencial. La intención y el reconocimiento de que hoy la educación no es la suficiente en dichos aspectos ya es un avance.

Una persona aprende de las diferencias y no sólo de las semejanzas. De lo que se conoce aprendemos conocimiento, de lo emergente también, pero ésta última le sitúa en el presente abriéndole las puertas a las posibilidades actuales. Según palabras del intelectual empresarial Javier Marzal: “El talento consiste en mezclar el conocimiento del pasado y del presente con las posibilidades actuales”. Entonces, ¿cuándo se va a hablar en serio de construir talento?

Los mejores expertos técnicos están siendo ascendidos para cubrir responsabilidades ejecutivas y directivas. ¿Cuándo se van a plantear en serio las empresas que es imprescindible que sus mejores expertos técnicos hoy puedan completar sus lagunas relacionadas con el conocimiento de la persona, si es de todos ya admitido que el recurso de las personas está por encima todavía del valor que da la técnica?

Al margen de las instituciones educativas, existen propuestas innovadoras que contienen programas y servicios en la dirección mencionada en este artículo, con profesionales de reconocido prestigio y experiencia empresarial que integran los requerimientos individuales, organizacionales y sociales, obteniendo el máximo valor para todos.

 


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