Tal vez las empresas sean las que más énfasis han de poner en humanizarse, porque estas tienen construidas culturas corporativas y estructuras que no tenían este enfoque; por ello, los cambios son más complejos para que sean incorporados, ya que la propia inercia del negocio les frena para hacer nuevas reestructuraciones. Ahora con la crisis, muchas organizaciones se ven abocadas a hacer cambios y éste sería el momento propicio para hacer la transformación necesaria, teniendo en cuenta como principal valor a las personas “humanizadas”, que están surgiendo mediante la transformación de las masas con la nueva cultura.

Todo parece estar reclamando una humanización. En la actualidad somos más concientes de la corrupción, la especulación desmedida como ha demostrado el estallido de distintas burbujas: la inmobiliaria y la financiera. Esto es consecuencia en realidad de que han prevalecido unos valores como la codicia, la falta de responsabilidad, la autoridad donde debía existir una labor de equipo, el mamoneo donde debería haber talento, la desalineación de los intereses de las personas donde debía haber conciliación. La crisis clama por un nuevo escalado de los valores, por un aprendizaje basado en actitudes correctas.

Generalmente, “no existe un acontecimiento perjudicial sino una actitud inadecuada”; sin embargo, no es esto lo que nos ha proporcionado ni la educación, ni una formación profesional, ya que no han tenido en cuenta los valores, sino modelos que hablan de éxito, de liderazgo, de las mejores prácticas, que parten de modelos empresariales diferentes y que no son aplicables porque son estándares, y los estándares inadaptados es imposible que se ajusten a cualquier organización, por mencionar algunos de los errores que más están influyendo. Por esto, en vez de ir contentos al trabajo muchas personas van con estrés, en vez de managers tenemos algo más parecido a un Miguel de la Cuadra Salcedo cuando va a la selva. Tenemos agresividad, sea expresada o reprimida,  tenemos que conseguir las cosas con una burocracia desmedida, porque se ha considerado que unas reglas poco definidas o que abarcan escasos supuestos son las que nos rigen. Cuando se producen situaciones erróneas, pretendemos que las personas sean las que comprendan cómo es un sistema ineficiente y lo asuman. Un sistema que deja a los clientes impotentes y les enseña a no creer ya en la publicidad que muchos utilizan basada en valores, que luego brillan por su ausencia.

En mi opinión, mucho de lo construido está sobre cimientos falsos que ahora se derrumban. Esta crisis es profunda, porque está poniendo en evidencia el engaño existente. Ha tenido que ser así porque no había conciencia de lo que pasa, igual que muchas personas carecen de autoconciencia. En sistemas más simples las cosas se solucionaban con medidas chapuceras que salvaban del momento cualquier situación: “pan para hoy, hambre para mañana”. Por eso hoy ya estamos en ese mañana hambriento. Hoy tenemos hambre. Hambre por un salario mileurista o menor para el 67,03% de los trabajadores (Agencia Tributaria 2007), hambre por producirse despidos a causa de no haber realizado los cambios oportunos cuando era el momento, por ser reactivos en vez de reflexivos, porque las organizaciones se han convertido en moles de inercia en vez de ser corporaciones dinámicas.

Tenemos empacho por estudiar tantas fechas y nombres de hombres del pasado que se han considerado relevantes por pintar un cuadro, en vez de estudiar aquellos, que hoy día, con su trabajo y emprendeduría, están realizando una labor científica o social protagonista de los avances que proporcionan al ser humano una mayor calidad de vida y a comprender mejor las cosas.